Entender nuestra esencia gastronómica va más allá de las cocinas profesionales y del foco de los medios de comunicación en los cocineros de prestigio. Necesitamos adentrarnos en el conjunto de actores que conforman nuestro sistema alimentario.

Los productores de alimentos españoles son el primer eslabón de esta cadena. Su papel a la hora de preservar técnicas centenarias adaptándose a las nuevas tendencias y su compromiso con los estándares de calidad y sostenibilidad nos permiten disfrutar de los productos de nuestra tierra. Muchos de estos productos llegan a nuestras casas a través de Mercados como el nuestro, y tiendas locales, una experiencia de compra personal que es fundamental para nuestra forma de vida y añade una nueva dimensión al conocimiento de nuestros productos.

La transformación de estos productos en las recetas que tanto nos gustan o en nuevas combinaciones está a cargo de cocineros creativos y tradicionales de todo nuestro país, pero también, y sobre todo, de los cocineros en el ámbito del hogar.

La cocina casera es la fortaleza de nuestro sistema alimentario, el hogar donde se ha cocinado nuestra gastronomía durante generaciones  y la semilla original de la creatividad culinaria española. Es el ingenio y la creatividad de generaciones de familias que transformaron la escasez o la monotonía de los ingredientes en combinaciones culinarias que alimentaban los cuerpos y calentaban las almas, recetas que se convirtieron en el núcleo de nuestra cocina.

La manera que tenemos de producir, preparar y disfrutar de nuestros alimentos, de hablar y de pensar sobre ellos son el reflejo de quienes somos y cómo nos relacionamos con el mundo. A pesar de la variedad de productos y recetas y de las costumbres locales que cada región celebra, existe un conjunto de valores comunes que definen la cultura culinaria de España, que llevamos dondequiera que vayamos: alimentación y vida.

La alegría a través de la comida; tenemos la capacidad inigualable para disfrutar de la comida, una profunda convicción de que la buena comida es sinónimo de buena vida. La dieta mediterránea clásica, con énfasis en la frutas y verduras frescas de temporada y su uso de fuentes de grasa saludables como el aceite de oliva y el pescado, sigue siendo la esencia de nuestra cocina y proporciona una base sólida para un enfoque más saludable de la alimentación.

La industria alimentaria española ofrece una diversidad de productos frescos de la más alta calidad procedentes de la tierra y el mar: una abundancia de alimentos que son codiciados en toda España y fuera del país. El placer de los alimentos de calidad y saludables se hace patente en la alegría de la mesa española.

Rara vez encontraremos a un español que se precie de serlo comiendo a toda prisa. En España, el tiempo que se dedica a la comida es tiempo de alegría. Compartir como forma de vida, dejar que la vida suceda.

Estamos tan apegados a nuestra tierra y a sus productos que insistimos en añadir el lugar de origen a los nombres de la mayoría  de nuestros alimentos. Morcilla de Burgos, queso manchego, cerezas del Jerte, alubia de Tolosa, marisco gallego,…se podría escribir un libro solo enumerando ejemplos. Muchos de estos alimentos regionales cuenta ahora con denominaciones de origen oficiales, pero otros muchos siguen existiendo más allá como expresiones interiorizadas de orgullo alimentario local, celebradas en toda España.

Algunos de los platos españoles más apreciados son, de hecho, soluciones imaginativas para convertir lo sobrante en nuevas creaciones (como las croquetas), ideas geniales para aprovechar grandes cantidades de frutas o verduras (gazpacho) o trucos mágicos para convertir pequeñas cantidades de diversos ingredientes en una comida familiar completa (paella).

Todas estas recetas fueron desarrolladas por cocineras domésticas, siguiendo estrategias para obtener el mayor sabor, el mayor potencial nutritivo y el mayor placer, con una intervención mínima.

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