En la cocina de la abuela el amor se podía saborear, desprendía aromas tan penetrantes que hasta tenían textura. Y pasaba la vida, a fuego lento.

Una mesa repleta de comida, con afecto y cierta nostalgia. No se puede olvidar la sonrisa de aquellas abuelas viéndonos mojar el pan en la salsa. Eso sí que es una forma de querer. La abuela entre fogones, amor, tiempo, su historia es la nuestra.

Cada día, al llegar a la mesa no se pueden olvidar todos los achuchones y cariños que nos merecemos. Nuestra mesa es un lugar de encuentro, de amor y nostalgia. Alrededor de una comida nos mostramos como somos, amantes de lo sencillo, del trabajo que conlleva una cocina y el agradecimiento en recibir los alimentos.

Quizá no hemos preguntado por sus cosas, si hemos hecho reír, jugar o bailar, si hemos sido sabios, jueces o simples espectadores, pero cuando nos ponemos delante de un plato de comida hecho con los ingredientes de la nostalgia, el disfrute de vivir nos lleva al amor de la cocina de la abuela.

Una abuela en su cocina

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